El 13 de marzo de 1994 Herbin Hoyos supo lo que era ser un secuestrado en Colombia. Horas antes dos hombres de las FARC lo habían sacado de Radio Caracol, donde trabajaba, y con la fuerza de las armas lo llevaron a la selva. Llovía cuando llegó al campamento en la Cordillera Central colombiana y vio una imagen que lo marcó para siempre. Era un hombre encadenado a un árbol por su mano derecha. El plástico sobre su cabeza no le servía: estaba empapado. Pero parecía no importarle. En la mano izquierda sostenía una radio y el sonido que emitía parecía mantenerlo vivo.
El guerrillero le ordenó que se sentara junto a él. Hoyos estuvo en silencio hasta que el rehén le preguntó: "¿Y usted qué hace?". Soy periodista, fue la respuesta. "¿Y por qué los periodistas no hacen nada por nosotros, los secuestrados?", le repreguntó. Ese fue el comienzo -dice Herbin Hoyos- donde sigue de cerca las primeras horas en libertad de dos de sus fieles oyentes en la selva. Aquel primer día, recuerda, se prometió que, si salía vivo, haría algo por los rehenes. Y lo hizo. Hoyos fue rescatado en medio de un combate. Volvió a Caracol y comenzó un programa: "Las voces del secuestro". Desde esa emisión, Consuelo González de Perdomo escuchó el mensaje de su hija: "Mami, no te tengo buenas noticias, mi papi murió anoche, le dio un infarto fulminante, pero tranquila, no sufrió, descansó". Fue también por ahí que se enteró que era abuela y se juró vivir para abrazar a su nieta y así lo hizo cuando fue liberada junto a Clara Rojas, a quien se le iluminó la cara cuando escuchó entre los periodistas la voz que, desde la radio, le había hecho soportar sus casi seis años cautiva."Esperábamos el sábado ansiosos: así sabíamos de nuestras familias", dijo.
Así, todos los sábados por la Cadena Caracol -y 163 repetidoras- llegan los mensajes de sus familias a los secuestrados. En los 14 años de programa, calcula el periodista de 38 años, ya pasaron 15.000 historias. Sale ese día a la medianoche por la propia mecánica del conflicto, explica . "Los militares hacen operaciones de lunes a sábado. Los guerrilleros esa noche se relajan. Y hay menos interferencias y una radio chica alcanza cualquier emisora.
"Hasta las FARC permiten que la escuchen. Los días de radio en la selva les dan ánimos a los secuestrados. Les dan esperanzas. Por ellos comen, no se deprimen. "Los rehenes se vuel ven radioadictos", dice Hoyos. Así, quieren seguir viviendo: saben que, en algún lugar, alguien los espera. Incluso, Rojas contó que, cuando había operativos militares cercanos y había que hacer silencio, se le permitía a uno de ellos escuchar el programa. Después contaba al resto los mensajes. Así, se enteró de que sería liberada. Así, supo que Emmanuel, su hijo, estaba en Bogotá. Así, se alivió al saber que Chávez tenía las coordenadas. Así, supo que su libertad soñada estaba más cerca: que dejaba de ser un sueño que le traía la radio.
Fuente: Diario Clarín 13/01/2008